viernes, enero 15, 2010

Haití: El Rastro del Diablo / Por Luis Enrique Rocha Garnica.

La historia de Haití, no sólo se reduce a la mirada triste de los niños, ni al dolor que reflejan las manos de las mujeres, ni siquiera a la muerte que reclaman los hombres; no, el país más miserable de América Latina –los pobres entre los pobres- tienen una historia llena de magia y brujería, de sacrificios de animales, de rituales macabros.

Este pueblo, sin más esperanza que el poder desaparecer en cualquier instante, se sume minuto a minuto, en la ignorancia heredada por sus ancestros y en la falta de un programa que acabe de una vez por todas en una religión pagana que los ha llevado a desaparecer familias enteras; recién nacidos, niños, jóvenes, mujeres y hombres, son desmembrados para satisfacer a sus dios Mawu.

Esta es la otra tragedia de Haití, aparte del devastador terremoto que los ha dejado completamente en la antesala del infierno, pues sus ritos, tradiciones y costumbres los han ido llevando a un abismo intelectual, moral, social y cultural. Por si esto fuera poco, nadie puede darse el lujo de enterrar a su muerto: mil veces preferible quemarlo con gasolina o hasta desaparecerlo con ácido, porque de otra forma el cuerpo del difunto tendrá un destino macabro: se convertirá en zombie.

Sí, no estamos hablando de una película de terror, ni de una producción gringa, los discípulos de los brujos están al pendiente de quién ha fallecido, pues al momento de enterrarlo, ellos estarán escavando la tumba para robar el cadáver.

Ya con el despojo en sus manos, el muerto será propiedad del brujo diabólico Bokor, quien con algunos conjuros le devuelve la vida. El zombie camina, respira y hasta habla, pero no tiene conciencia de quién es. La ilógica de la vida, el espacio más abominable del ser humano, la extinción de sentimientos se encuentra en un lugar del mundo: Haití. A escasos días de que haya ocurrido el temblor, vemos en las imágenes de la televisión, los miles de cuerpos tirados por las calles, sin que nadie, ni siquiera un camión de basura los levante.

Al observar esto, no sólo da una tremenda tristeza, sino un miedo que no se puede controlar. En los momentos en que se escriben estas líneas, ya no hay espacio para poder alojar a los aviones que llevan ayuda humanitaria y en especie. El hambre hace estragos, lo peor apenas viene. Bienvenidos al mundo de lo inimaginable, lo que vemos en la TV no es nada a lo que están acostumbrados ellos: a ser parte del rastro del diablo.

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